NAFARROAKO TXIRRINDULARI ELKARTEA - ZIKLOTURISMOA

jueves, 2 de diciembre de 2010

El nuevo

Han pasado por la cima de este puerto hace tan solo un momento. Él iba en cabeza, como de costumbre. Y eso pese a su poca ortodoxa vestimenta ciclista, sus velludas piernas, su bici desfasada con cableado exterior y rastrales. En fin, cómo decirlo de otro modo: con unas pintas de globero que propician el comentario y la sonrisa resabiada de todos los que le ven por primera vez. Pero…ahí está, coronando en cabeza todos los puertos de las excursiones de los domingos de su nuevo club.
La primera vez que salió con ellos su aspecto era aún más lamentable: calcetines negros hasta la pantorrilla; cubiertas escandalósamente desgastadas; los tirantes del culote por encima de una camiseta blanca de algodón…Fue la comidilla del pelotón en los primeros instantes.
- ¿Has visto al nuevo?- Preguntaba uno
- Si - decía otro – Vaya pintas. Seguro que hay que ir esperándole todo el día.
- Además hoy, que subimos lo que subimos – remachaba un tercero.
Y todos le miraban con condescendencia y con lástima, con la convicción de quien se sabe superior, por
lo menos sobre la bici.
Los veteranos comenzaron a pedalear, en cabeza, cuidando ese día el estilo con especial mimo. Había que enseñar al nuevo cómo se monta en bicicleta. Y pasaban los kilómetros mientras alguno hablaba un poco con él., para enterarse de que, ¡algo obvio!, era el primer día que salía en una bici de carretera.
Llegó el primer puerto y los machacas del club marcaron el ritmo. Para empezar una marcheta llevadera, aunque algo acelerada. Ahí quedaron descolgados los de siempre. Pero el nuevo se mantenía a rueda. ¡Hum! Bueno, era normal, es muy joven. Aceleraron un poco más ya de cara a coronar, y el nuevo les esprintó.
¡Coño!, pensó más de uno. “Bueno, nos ha pillado despistados”, se justificaron todos.
Así pasaron los tres primeros puertitos del recorrido, y llegó el duro, el que todos temían, el de primera. Para entonces sólo los tres gallos del club estaban en condiciones de apretar al máximo para dejar de una vez por todas las cosas en su sitio, no esperaron ni a coger ritmo. Nada más comenzar la subida apretaron a muerte. Uno tras otro se sucedían los ataques, a cada cual más fuerte. Pero el nuevo aguantaba todos y no parecía desfallecer. Y cuando llegaron al cartel de la cima, el nuevo esprintó una última vez y les venció a todos. Se paró, esperó a que los demás recuperaran el resuello y finalmente dijo tímidamente: “Muchas gracias por esperarme. Si llegáis a ir rápido me hubiera quedado tirado, como soy nuevo”.

Javier Sánchez-Beaskoetxea

La realidad de las marchas

Mucho se ha escrito sobre si las marchas ciclistas españolas se están convirtiendo últimamente en carreras y si el espíritu solidario en ellas ha desaparecido. Leo cómo muchos se quejan de ésta realidad, pero no olvidemos que, en verdad, todo depende del cristal con que se mire: no han cambiado los demás, sino uno mismo.
A la primera marcha que vas, te sitúas a cola de pelotón en la salida porque no estás seguro de tu nivel y del de los demás. Eres más modesto y cauto. No sabes cómo te van a sentar esos cerca de 200 km. Incluso piensas que el señor del autobús acabará por conocer el número de tu dorsal de memoria. Sales y rápidamente ves que vas adelantando a otros ciclistas, te animas, vas de menos a más y finalmente alcanzas un grupeto que va como tú. Te sientes bien y rápidamente te pones a tirar. Como estás animado, charlas con todos y disfrutas del paisaje. Acabas la marcha feliz: has disfrutado de la bici, de tus sensaciones, del paisaje y de la compañía.
A la segunda marcha que vas, sabes que lo vas a hacer bien y te atreves a situarte en un punto intermedio del pelotón en la salida. De repente ves que, a poco de salir, todos ya van lanzados. Te suben las pulsaciones rápidamente, pero eres capaz de seguir el ritmo. Miras la media al cabo de unos 40 km y ves que la cifra se aproxima más a la de un profesional que a la de tus colegas de los domingos. Te sorprende, pero te hace sentirte tan bien que eres capaz de subir los puertos con tanto ánimo que vas dejando a otros detrás. A veces coincides con algunos que te van acompañando durante algunos kilometrillos, pero la relación no llega hasta la meta. Cuando quedan pocos kilómetros para acabar, has formado un grupito tras bajar el último puerto con el que intentas hacer relevos como si estuvieras en la escapada buena, para rápidamente detectar los que se están escaqueando. Te enfadas con ellos y la armonía del grupo se rompe. El grupito se divide en varios cortes y llegas a meta con dos o tres, entre los cuales esprintáis para puesto (el mil y algo, o por ahí). Eres feliz, un poco hecho polvo, pero feliz. Durante una semana retransmites los detalles (un pelín magnificados) a todos tus allegados cual etapa profesional.
A la tercera te das cuenta, haciendo cálculos antes, que si no paras en los avituallamientos líquidos y lo justo en los sólidos, puedes hacer ¡ORO! Ya en la salida intentas situarte lo mejor posible, pero siempre hay listillos que vienen de frente y se sitúan delante de ti. Además, sospechas que hay aquellos que ni siquiera se molestan en acercarse a la salida, sino que hacen trampa y se enganchan al pelotón en marcha. “¡Así cualquiera!” Dan la salida y tu corazón ya está a mil antes siquiera de oir los claqueteos de las calas a tu alrededor. Se sale muy, muy rápido y con mucho nerviosismo. Hay muchas frenadas y arrancadas y maldices a todos aquellos que están a tu alrededor que no saben montar en bici. Piensas que deberían estar en otro lado, o no haber venido. Llega el primer puerto y ya sufres tu primera crisis, pero recuperas y sigues. En el primer avituallamiento paras 5 minutos de reloj. Habrías tardado menos si no fuera por el jili... de delante que se avitualla con la bici entre las piernas y pegando codazos. Piensas en todo, menos en lo bonito que es el paraje. Sales sin mirar atrás, no vaya a ser que aquellos que han parado después que tú te adelanten ahora. Siguiente puerto y no encuentras a nadie con quien subirlo, sino que disfrutas con adelantar a todo el que se deje y piensas en cuántos hay que no saben ir en bici. Bajas a tumba abierta y prescindes del siguiente avituallamiento, ya que sabiamente te has aprovisionado de alimentos suficientes. Otro puerto y de pronto comienzas a notar como te arde la espalda, como se apoderan de ti los calambres, pero no paras por nada del mundo. A veces coincides con otro ciclista, pero rara vez cruzas alguna palabra sino es para decir “hasta luego”. El dolor se hace insoportable pero lo último es parar. Por fin llegas a meta. Solo. Dolorido. ¡Pero has hecho oro! Con tu diploma, que testimonia la tan deseada palabra de 3 letras, llegas roto a las duchas del polideportivo, como si el agua quitase el dolor. Vuelves a casa y hablas del tiempo y tu oro, pero de lo borde que es la gente en las marchas y cómo parece que se creen los demás que están compitiendo. ¡Se ha perdido el espíritu de las marchas! ¡Ya no hay solidaridad!
Pues no. El espíritu está ahí, pero no lo encontrarás bajo la bandera de salida, sino a cola de pelotón. No lo encontrarás intentando ir lo más adelante posible, sino relajándote un poco, intentando formar un grupeto y parando tranquilamente en los avituallamientos. A las marchas se puede ir a tres cosas: disputar la general (apto sólo para aquellos que se sacrifican in-extremis, entrenando seis días a la semana); o planteártelo como un reto continuo y un intento de superación sin límites; o a disputar de la compañía, el paisaje y la bicicleta.
Los dos últimos son consecuentes con sus posibilidades y acaban las marchas con muy buenas sensaciones, pero los primeros, a la larga, acaban quemándose y despotricando contra todo y todos. La clave está en saber situarse en la salida, en función de la cantidad de entrenamiento semanal habitual:
- Entrenando 5-6 días por semana: apto para disputar entre los primeros ; colocación justo detrás de la pancarta de salida.
- Entrenando 3-4 días por semana: apto para hacer oro; colocación en la salida a mitad del pelotón (no intentes adelantar a los demás hasta después del kilómetro 120)
- Entrenendo 2-3 días por semana: puede que hagas oro, puede que no; colocación en la cola (olvídate del tiempo y busca hacerte amigos a tu alrededor que te duren, al menos, hasta meta o puede que más...)
- Entrenando 1 día: mejor si vas en el coche de apoyo o puede que acabes en el autobús...
Para asistir a una marcha hay que ser realista y consecuente con el entrenamiento que se ha hecho y, sobre todo, querer disfrutar de la bici, el paisaje y los demás por encima de todo.
Tened en cuenta que, se es más feliz al final haciendo plata o menos, habiendo parado tranquilamente en los avituallamientos y procurado formar un grupeto que obsesionándose con el metal deletreado en el diploma.

Giomar Ramírez-Montesinos
Jávea (Alicante)