NAFARROAKO TXIRRINDULARI ELKARTEA - ZIKLOTURISMOA

viernes, 26 de agosto de 2011

LA DEBILIDAD DEL CICLISTA

Diario de Navarra 9 de abril de 2011
Mario Zunzarren Angós (escritor y experto en Seguridad Pública)

Creo que va siendo hora – una vez más – de llamar la atención ciudadana sobre un hecho preocupante: la inmensa debilidad del ciclista o lo que viene a se lo mismo: la insoportable levedad del ser (ciclista), parafraseando el título del checo Milan Kundera donde cuestiona lo inútil de la mera existencia vital y la necesidad o no de otros añadidos que le den sentido a la misma. Creo que viene al pelo la cita; primero por aquello de la levedad, ya que pocas cosas son tan frágiles como un ciclista, y segundo, porque ¿dónde dejamos el sentido existencial de éste sin una protección que lo haga más grande y menos vulnerable?
En algún otro artículo he relatado la importancia qaue tiene y va a tener en el futuro el uso de la bicicleta, sobre todo en las ciudades para hacer de éstas un lugar habitable. Pero para ello hay que empezar a proteger a esa especie casi en extinción a la que queremos oxigenar y tratar de que pueda reproducirse en cautividad. Entiendo no obstante que en las ciudades se está como en una urna donde las bicicletas más o menos se autoprotegen; se han buscado la vida para transitar a veces “impunemente” por las aceras, pero casi siempre por los bastantes trechos de carril bici que se van reubicando casi a codazos entre los peatones. Pero el problema de verdad aparece en las carreteras donde la convivencia obligada de los ciclistas con los vehículos hace que el riesgo de los primeros se multiplique. Y aquí, algunas matizaciones, y además, para ambos protagonistas. Que para todos hay.
Empezaré por una observación que no se nos debe es capar y es que los ciclistas no son un género aparte, no son seres extraterrestres y etéreos, sino individuos que suelen tener esa doble condición de ciclistas y automovilistas. Y digo esto porque, en ocasiones, se observa una dicotomía difícilmente entendible cuando el mismo actor interpreta un papel u otro. Señores ciclistas, para ustedes también están los semáforos, para ustedes también están las luces y los reflectantes, para ustedes también esta la obligatoriedad del uso del casco, para ustedes también están los pasos de cebra... Quisiera recordar el compromiso que tienen para con las normas en idéntica igualdad que los demás usuarios de las vías; normas éstas que a veces son olvidadas como si la cosa no fuera con ellos.
Por tanto es exigible esa doble concienciación. En primer lugar por parte del ciclista, que cumpliendo las exigencias jurídicas ganará en autoprotección, y en segundo lugar por parte del automovilista, entendiendo que hay que sobreproteger al primero por mera descompensación de fuerzas y, por su propia debilidad, incluso cuando su comportamiento, en algunos casos, pudiera no ser del todo adecuado.
El ciclista tiene un chasis muy liviano y cuando se produce el accidente será su propio cuerpo el que hará de pantalla protectora, por lo que merece sin duda un trato – casi ético – especial.
Nos llega una época veraniega en la que se incrementará la presencia en la sociedad de este tipo de vehículos, y ya hemos padecido tres atropellos a ciclistas en veinticuatro horas; esto nos debe llevar a algunas reflexiones. Para los automovilistas, recordarles que hay que salvaguardar el ciclista, que hay que respetarlo, que hay que “verlo”, que no son objetos virtuales sino gente que comparte con ellos un espacio al que tienen el mismo derecho; que se les debe adelantar cuando se pueda, sin ponerlos en peligro y con un desplazamiento lateral con ocupación del carril contiguo, que no se debe adelantar si circulan ciclistas en sentido contrario, ¿lo haría usted si en vez de ciclistas fueran camiones los que se le aproximaran? Pues ahí debemos llegar: a la igualdad, al menos, de consideración entre ambos vehículos.
Para los ciclistas, recordarles que van a ser las víctimas en un posible accidente, que son los débiles y eso les debe hacer aumentar el nivel de seguridad y autoprotección; que usen siempre el casco aún cuando no sea obligatorio, que compartir vía con vehículos pesados y con otros que circulan a altas velocidades es peligroso y lo eviten si fuera posible; que utilicen las luces obligatorias, que respeten la normativa, que procuren transitar por aquellas carreteras donde la propia estructura de las mismas y su menor densidad de tráfico las conviertan en más seguras para ellos.
A modo de recordatorio final diré que existen dos formas de ciclismo: el urbano y el interurbano. En el primer caso, la sociedad ha de fomentarlo por propia supervivencia, ya que cada bicicleta es un coche que nos quitamos de encima y las comparaciones son de perogrullo. En el segundo caso, el asunto se complica, ya que practicar ese deporte en estructuras viarias abiertas a la circulación y donde se mueven muchos “enemigos” mucho más fuertes que el propio ciclista, hacen de éste una presa fácil. Aquí no cabe más que buscar la utopía y apelar a las normas y al respeto, y que por su parte sean capaces de seleccionar, y muy bien, los lugares por donde moverse. Por pura solidaridad, hoy: “Todos somos ciclistas”.